¿Las religiones vinculadas a lo Erótico? Sí, si lo entendemos con mayúscula, como el impulso amoroso hacia el otro. La reflexión rápida concluirá: “es claro, ya que es central en el marco ético de las grandes religiones el amor al prójimo”. No tomaremos por ese camino, sino por otro, anterior si se quiere: reflexionando sobre el potencial de las religiones en el reconocimiento de la alteridad en cuanto tal, y, como consecuencia de ello, en la dinámica erótica.
El filósofo sur-coreano, en su libro “La agonía del Eros” (2012) habla del detrimento del impulso erótico en la sociedad de consumo actual, como consecuencia de la erosión del otro: la sociedad de consumo al mismo tiempo que atiza un exacerbado narcisismo para transformar a todo sujeto en consumidor permanentemente insatisfecho, ávido y disponible, rechaza la “negatividad” de toda alteridad (ese fondo único, incontrolable e irreductible de todo sujeto); iguala, para transformarlo todo en producto. La experiencia del sujeto consumidor-consumido en el compulsivo scroll de una app de citas sería una imagen metonímica de la igualación necesaria y la desaparición de esa dimensión de misterio e irreductibilidad que son condición necesaria de toda experiencia erótica.
Pero si la dinámica del mercado y el consumo tienen vocación de constituir toda subjetividad y relación, ¿no quedan lugares de resistencia, lugares donde la alteridad -la dimensión única e irreductible de cada ser humano- sea resguardada? En este sentido, las religiones tienen su potencial.
Toda religión es institución de la memoria de una Alteridad Primordial, el Otro Absoluto, lo divino. Y es sobre esta base que, reconociendo según el caso mayores o menores niveles de individuación personal, construye una ética en la que el otro no es reductible ni intercambiable; una ética en la que el otro siempre tiene algo de acontecimiento ya que guarda en sí una huella divina.
De esta manera, el ethos que sigue a la cosmovisión religiosa al mismo tiempo que impone límites precisos al intento totalitario e igualador de la sociedad de consumo hace espacio a “la negatividad”, al “no lugar” del otro, a su irreductibilidad; y de esta forma constituye un ámbito de resistencia para el retorno del Eros.